"Buscado el bien de nuestros semejantes,
encontramos el nuestro".
Platón

viernes, 19 de diciembre de 2014

Qué mueve o motiva el comportamiento de los votantes

La vida política democrática se basa en el ejercicio del poder sobre la base de un sistema representativo, en el que periódicamente los ciudadanos otorgan su confianza a un grupo de personas organizado, estos son los partidos políticos o las coaliciones, para la administración de un cargo público. 


Tal ejercicio político, trascendental en la vida democrática son las elecciones, donde se espera que los ciudadanos se pronuncien libremente ante distintas opciones que se les ofrece.
En las campañas electorales, el voto es el acto por medio del cual el ciudadano manifiesta  una simpatía o antipatía, hacia un determinado partido o coalición de partidos, su programa  electoral y sus candidatos. En este sentido, el voto representa la decisión suprema del  elector, motivado por diferentes factores y motivaciones históricas y circunstanciales, que  se manifiestan, concretan y depositan en la urna. 

El voto es un acto cargado de  significados culturales, que refleja en su orientación costumbres, hábitos, preferencias,  filias y fobias políticas. Es decir, el voto también es resultado de un proceso sociocultural y  político. En este sentido, refleja al propio votante: su pasado, su presente y su futuro.

El saber qué es lo que mueve o motiva el comportamiento de los votantes en una coyuntura  o contexto electoral es una interrogante que ha estado presente durante muchos años en las  indagaciones no sólo de los estudiosos de la ciencia política, sino también de otras  disciplinas científicas como la sociología, la antropología, la psicología y la mercadotecnia  política; pero sobre todo, de los políticos y candidatos que durante los procesos electorales  tratan de incidir o generar ciertos efectos en la conducta y comportamiento de los  ciudadanos.

Sin embargo, el interés por conocer qué es lo que mueve al votante y afecta su conducta o  comportamiento electoral se remonta al año 53 antes de Cristo, cuando Quintus Cicerón  escribió el libro intitulado Puntuario Electoral, documento en el que le proveía una serie de  consejos y recomendaciones a su hermano, Marco Tulio Cicerón, para que ganara un  espacio de representación pública en el Consulado Romano. Conocer a la gente, saber de  sus problemas, necesidades, costumbres y sueños, era ya una de las principales  recomendaciones que se les daba a la clase política para ganar y conservar el poder desde  aquellos tiempos. Es decir, saber qué mueve o motiva a los votantes debe ser parte medular  de la estrategia de quienes aspiraban a ganarse su apoyo.

Las investigaciones y estudios que se han realizado sobre el comportamiento electoral,  concluyen que el voto es de naturaleza multifactorial. Es decir, no es solamente un factor el  que determina e incide en la conducta del votante y explica su comportamiento, sino que  son diferentes los factores que lo determinan.


La clasificación que tradicionalmente se hace de los electores, por sexo, nivel de estudios, ocupación y edad, toma en  consideración la orientación de su voto y las simpatías o antipatías políticas que se han  formado los ciudadanos a través de los años.
De esta forma, la segmentación habitual de  mercados ha clasificado a los electores en cuatro categorías: El voto duro, el voto blando, el  voto opositor y los indecisos.



El primero, se utiliza para describir a los electores que  muestran gran identidad, lealtad e identificación con un determinado partido, de tal forma  que siempre votarán por él independientemente de los candidatos que postulen o la  circunstancia política que se viva en el momento.

Por su parte, el votante blando es aquel que tiene cierta afinidad e identidad con alguna  sigla partidista, orientando su voto tradicionalmente por ese partido. Sin embargo, no es completamente seguro, ya que evalúa la coyuntura del momento, el tipo de  candidatos postulados, así como el carácter y naturaleza de su oferta electoral. Este sector  de electores, puede decidir no acudir a las urnas el día de las elecciones o incluso, puede  votar a favor de otro partido, ya que, como su nombre lo dice, el grado de identidad y  simpatía política del elector con el partido es elástica.

El voto opositor, en cambio, es el voto duro de los otros partidos. Como su nombre lo  señala, los electores manifiestan su oposición o rechazo hacia el partido y los candidatos  que postula, por lo que la estrategia política que se recomienda consiste en no perder ni tiempo, ni recursos en ellos. Estos son los electores que nunca votarían por un determinado partido, así hayan postulado a buenos candidatos o su plataforma electoral sea la más pertinente.

Finalmente, el elector indeciso es aquel poco involucrado en la política, que no manifiesta  identidad, simpatía o lealtad con ninguna fuerza partidista. Es un elector poco informado de los asuntos públicos y que, por igual, puede decidir votar por un partido u otro, o incluso, no votar.

El acto de votar sintetiza y refleja las lealtades político-electorales, los sueños y esperanzas de la gente, así como los temores y, de cierta manera también, los rencores sociales, sus filias y sus fobias.
 En el acto de votar, el elector no sólo se enfrenta y se reencuentra con la urna, sino también con sus problemas, sus necesidades, sus emociones, sus deseos, sus pasiones, sus expectativas y sus sentimientos. Es decir, el elector es él y sus circunstancias, en la que múltiples factores inciden en su comportamiento y definen la orientación de su voto.